Es comunicadora social de la Javeriana, realizó una maestría en cine en la Universidad Complutense de Madrid y Estudió en la escuela de cine de Ferry William en Londres. Como escritora ganó, en 1995, una beca de creación de Colcultura, para escribir Amiga mía; obtuvo mención de honor en el Premio Nacional de Novela Ciudad de Bogotá en 2002, y en 2003 su cuento “Rompecabezas” fue incluido en la antología Ardores y Furores, de Editorial Planeta.
Ha publicado numerosas críticas de cine en los libros Todos los estrenos, de la Editorial JC de Madrid y obtuvo un premio de critica cinematográfica en el Festival de Cine Francés de 2002.
BLANCO Y NEGRO
Tras la sesión de trabajo de una jornada sin un descanso mayor de media hora para almorzar, la mujer huesuda, vestida muy a su manera, que ahora apagaba los focos uno a uno, estaba exhausta, más que nunca. Le molestaba trabajar en publicidad, pues opinaba, como tantos otros que se consideran a sí mismos artistas, que era una forma de prostitución. Pero de algo había que vivir, y la fotografía comercial resultaba un excelente sustento, Al punto que ya no se sentiría capaz de dejarlo de lado en aras de su sueño puramente estético.Lucía Rosas había llegado a la fotografía por el camino de las artes plásticas, empezó a estudiar bachillerato,…Andrea Echeverry en Umbrales.
DE PASEO POR LA VIDA
El reloj le picaba en la muñeca; el segundero, despacioso, marcaba la cadencia de su corazón. No le gustaba esperar, y Simón se estaba aficionando a demorarse. Miró por la ventana. El día caía con lentitud desde el cerro, regando de luz el espacio de ciudad que no alcanzaba a perderse. Pequeñas marionetas y autos como de juguete se movían casi artificialmente sobre el asfalto incendiado por el zenit.Algo surgía, un gesto de desencanto, un silencio insidioso, un repeler de las manos. ¿Ocho años al traste? Quizá era demasiado. Y ahora, Camila sentía en su piel la ausencia de pasado. A su mente recurría la pregunta <<¿Qué hubiera sucedido si…?>>…
INTROMISIONES
Se acordaba ahora de esa noche; tan sólo con cerrar los ojos podía oscurecer la tarde y retomar la historia. Ese había sido el principio del fin. El punto de no retorno. Caminando de regreso al restaurante, ya con la decisión tomada, por fin se daba cuenta de que ese encuentro era el hecho más importante de su vida adulta, el origen de todo. Cada acto de ese día había sido relevante, pero uno sólo, descontextualizado, no habría significado nada. En cambio el conjunto, la situación con Simón, el encuentro primero, la pelea, la sensación de asfixia, la huida, el cigarrillo, la película, la compañía, la proximidad, la incomodidad, la ausencia, todo junto, había sido la antesala necesaria para el desencadenamiento posterior.
ASÍ ERAMOS ENTONCES…
Era agradable volver a sentirse en casa, que María, la empleada de su madre, hiciera todo por ella, incluso llevarle el desayuno a la cama. Y descansar de su marido, además. Teresa estaba divinamente, pero debía permanecer inmóvil al menos tres días más, si bien no lo cumplía del todo. Consiguieron una silla de ruedas, y la madre conminó a Camila a que cumpliera lo prometido, así fuera de a pocos.UNO DE ESOS MIEDOSEl médico de la familia avisó a Camila que teresa estaba mal. Debía operarla , pero la señora se negaba. <>, …
viernes, 28 de octubre de 2005
miércoles, 19 de octubre de 2005
Arturo Alape

Escritor, investigador, periodista y pintor. Título de Bellas Artes del Instituto Popular de Cultura de Cali. Algunos títulos de sus libros son: Mirando al final del alba, 1998; Tirofijo: los sueños y las montañas (biografía), 1994; Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez-Tirofijo (biografía), 1989; El Bogotazo: memorias del olvido (ensayo 1984 histórico), 1983; Las muertes de Tirofijo (cuentos). Algunos de sus libros han sido traducidos al alemán, francés y Japonés. Ha realizado exposiciones individuales como pintor en Berlín, Hamburgo, La Habana, Calí y Bogotá. Ha sido docente de la Universidad Nacional, Javeriana, entre otras.
_________________________________________________
_________________________________________________
Javier Darío Restrepo
La mirada lúcida del novelista.
A propósito de El cadáver Insepulto, de Alape.
Arturo no lo dijo todo sobre el 9 de abril. Lo que aún quedó por decir después de la exhaustiva investigación de su libro El Bogotazo, lo está contando con las dos voces que narran su nueva novela: doña Tránsito viuda de Toro y el periodista Felipe González Toledo.Cuando el país apenas se sacudía las cenizas de los incendios de aquel abril, se abatió sobre él la marea negra de la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, que dejó sus más ominosas marcas en las fuerzas armadas; una tragedia agregada al inmenso drama de la violencia partidista.
_____________________________________________
EL CADAVER INSEPULTO
La trama de esta historia es una recreación de un episodio de los años 50 en el que se denuncia un verdadero crimen de estado.
Según comenta el escritor colombiano, este libro es el punto final de una deuda que contrajo hace 30 años. Por esa época escribía El Bogotazo y el camino de su investigación lo llevó a Felipe González Toledo, el famoso cronista judicial y memoria no oficial del 9 de abril."Fueron dos entrevistas muy largas. En la primera hablamos del Bogotazo y la segunda se centró en la historia de Edelmira viuda de Orozco. ‘Tú, Arturo, debes escribir la novela sobre la historia de aquella valerosa mujer. Yo, desde las páginas del semanario Sucesos hice la denuncia sobre el monstruoso asesinato de su esposo, el capitán Tito Orozco’", recuerda Alape que le dijo González.
El escritor cumplió el compromiso y, además, convirtió a González en el protagonista de su relato.
En estas tres décadas y después de muchos libros, Alape fue completando el mapa de esta historia. En primer lugar, y unos pocos meses después de hablar con González, se reunió con la viuda. En 1998 habló con Eduardo Orozco, hijo de Edelmira, y poco a poco terminó de armar el rompecabezas "Consulté documentos de la época. Hice un seguimiento a las crónicas de prensa, especialmente las de González. Allí se contaba la batalla solitaria de esta mujer por esclarecer el crimen de su marido. También tuve acceso a documentos de ella".
Con esta información, que él considera más de contexto, comenzó su operación desde la ficción. El reto era tejer los sucesos y allí fue cuando descubrió su recurso narrativo: "En este caso me sirvió el discurso de la ausencia. A través de él todo se reconstruye; es seguir los pasos del otro, en la vida, la muerte y la agonía".
Esta novela es un complemento de su Bogotazo, desde la ficción aunque con base en la realidad. "Todo lo que he hecho es parte de una obra total, lo que me interesa es vincular lo histórico y lo narrativo".El cronista Felipe González Toledo le dijo: ‘Arturo, tú deberías escribir esta historia’.
La mirada lúcida del novelista.
A propósito de El cadáver Insepulto, de Alape.
Arturo no lo dijo todo sobre el 9 de abril. Lo que aún quedó por decir después de la exhaustiva investigación de su libro El Bogotazo, lo está contando con las dos voces que narran su nueva novela: doña Tránsito viuda de Toro y el periodista Felipe González Toledo.Cuando el país apenas se sacudía las cenizas de los incendios de aquel abril, se abatió sobre él la marea negra de la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, que dejó sus más ominosas marcas en las fuerzas armadas; una tragedia agregada al inmenso drama de la violencia partidista.
_____________________________________________
EL CADAVER INSEPULTO
La trama de esta historia es una recreación de un episodio de los años 50 en el que se denuncia un verdadero crimen de estado.Según comenta el escritor colombiano, este libro es el punto final de una deuda que contrajo hace 30 años. Por esa época escribía El Bogotazo y el camino de su investigación lo llevó a Felipe González Toledo, el famoso cronista judicial y memoria no oficial del 9 de abril."Fueron dos entrevistas muy largas. En la primera hablamos del Bogotazo y la segunda se centró en la historia de Edelmira viuda de Orozco. ‘Tú, Arturo, debes escribir la novela sobre la historia de aquella valerosa mujer. Yo, desde las páginas del semanario Sucesos hice la denuncia sobre el monstruoso asesinato de su esposo, el capitán Tito Orozco’", recuerda Alape que le dijo González.
El escritor cumplió el compromiso y, además, convirtió a González en el protagonista de su relato.
En estas tres décadas y después de muchos libros, Alape fue completando el mapa de esta historia. En primer lugar, y unos pocos meses después de hablar con González, se reunió con la viuda. En 1998 habló con Eduardo Orozco, hijo de Edelmira, y poco a poco terminó de armar el rompecabezas "Consulté documentos de la época. Hice un seguimiento a las crónicas de prensa, especialmente las de González. Allí se contaba la batalla solitaria de esta mujer por esclarecer el crimen de su marido. También tuve acceso a documentos de ella".
Con esta información, que él considera más de contexto, comenzó su operación desde la ficción. El reto era tejer los sucesos y allí fue cuando descubrió su recurso narrativo: "En este caso me sirvió el discurso de la ausencia. A través de él todo se reconstruye; es seguir los pasos del otro, en la vida, la muerte y la agonía".
Esta novela es un complemento de su Bogotazo, desde la ficción aunque con base en la realidad. "Todo lo que he hecho es parte de una obra total, lo que me interesa es vincular lo histórico y lo narrativo".El cronista Felipe González Toledo le dijo: ‘Arturo, tú deberías escribir esta historia’.
martes, 11 de octubre de 2005
Jorge Franco Ramos

Es escritor colombiano. Fue miembro del Taller Literario de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín que dirigió Manuel Mejía Vallejo, del Taller de Escritores de la Universidad Central y realizó estudios de Literatura en la Universidad Javeriana. Ganó el Concurso Nacional de Narrativa Pedro Gómez Valderrama con el libro de cuentos Maldito amor (Editorial Universidad Central, 1996). Obtuvo el primer premio en el XIV Concurso Nacional de Novela Ciudad de Pereira con la novela Mala noche (Plaza & Janés, 1997) y con esta misma obra fue finalista del Premio Nacional de Novela de Colcultura.
Su novela Rosario Tijeras (Plaza & Janés, Norma, 1999), ganó la Beca Nacional de Novela del Ministerio de Cultura, ha sido editada en toda hispanoamérica, traducida a varios idiomas y llevada al cine por el director mexicano Emilio Maillé. En el 2001 Publicó Paraíso Travel, su más reciente novela.
________________________________________
LA VENGANZA DE MIRANDA LORENZO (1)
(FRAGMENTO)
«Yo maté a todos mis amores de mierda porque me hicieron sufrir», le dijo al juez con la mirada clavada Miranda Lorenzo. «Comencé muy niña, sin saber lo que amor y muerte significaban, pero dolida en el alma y aniquilada por no poder dormir».
—¿Me puedo sentar? —preguntó la acusada y el juez asintió.
—Vuelva a comenzar por favor.
—Que los maté a todos. Los que me sedujeron, los que me enamoraron, los que me traicionaron...
—No, no —la interrumpió el juez—. Comience desde el principio.
«Yo, Miranda Lorenzo, de treinta y seis años aunque parezca de cien, vecina de esta ciudad, hija única de Pascual y Leonor. Yo, Miranda Lorenzo, sobrado de la vida, vómito de Dios, me acuso ante usted, ante todos, ante el Creador que me ha olvidado, me acuso de haber matado a todos aquellos, que por amor o no, me llevaron a ser lo que ahora soy».
—Mirá Miranda —me dijo Jeremías cuando llegó a mi fiesta de cumpleaños.
—¿Cuándo fue eso? —preguntó el juez.
—Estaba cumpliendo nueve años —contestó.
—Mirá Miranda —me dijo enseñándome un pequeño maletín con equipo médico y luego más bajito me propuso: Vamos a jugar a los doctores.
—¿Quién era Jeremías?
—Mi primo Jeremías. Fue el primer amor que maté.
«Yo estaba enamorada de él señor juez. Esa tarde me hizo quitar la ropa para estrenar su juguete. Era un regalo que me traía pero fue él quien lo usó. No hubo ningún instrumento que no utilizara ni parte de mi cuerpo que se quedara sin examen. Sentí que desde el momento que me desnudé ya le pertenecía. No pude volver a hablar desde el instante en que mi primo puso el estetoscopio en mi pecho, tratando de encontrarme el corazón».
—¿Somos novios?—le pregunté.
—Ahora sí que estás enferma, Miranda —me contestó.
«Me despertaba todas las noches, sobresaltada, poseída, angustiada por una pesadilla en la que Dios me castigaba mientras mi primo se reía a carcajadas, y con un estetoscopio gigante me tocaba por las mismas partes que aquella tarde me tocó. Todas las noches la misma pesadilla. Me estaba volviendo loca. Mis padres no entendían».
—Hay que llevarla al médico —dijo mi madre.
—Ya la hemos llevado seis veces —dijo mi padre—. No tiene nada, ya se le pasará.
«Tomé la determinación de no volver a dormir. No volví a dormir ni de noche ni de día. Me pasaba todas las noches mirando al techo o caminando por el cuarto para que el sueño no me venciera. Me daba miedo cerrar los ojos hasta para parpadear. Todas las mañanas me levantaba con un temblor en las manos que no me dejaba amarrarme los zapatos, y con unas ojeras que parecían trompadas de boxeador. ¿Ya le conté que también maté al boxeador?».
—Pero su primo, ¿qué pasó con su primo? —insistió el juez—, ¿por qué lo mató?
—Por culpa de él y de Rosita Martelo —contestó Miranda—. A ella también la maté.
«Seguí teniendo relaciones a escondidas con mi primo. No me quedó rastro de inocencia. Parecía una putica de esas que mi mamá me prohibía mirar. El desvelo me secó la carne, me retrasó el crecimiento. Jeremías me visitaba cada vez menos. Me miré al espejo y entendí porqué, pero pronto descubrí un nuevo ingrediente que agravaba su desprecio. Rosita Martelo, la sensación de toda la primaria, nueva en el colegio, hija de una reina de no sé qué cosa. Mi primo se enloqueció por ella y me dejó herida y sola en medio del asco y el desvelo».
—¡Qué horror! —gritó mi madre—. Ha muerto Rosita Martelo.
—¡No puede ser! —gritó mi padre—. ¿Cómo pudo ser?
—Misteriosamente —dijo mi madre—. Se intoxicó con veneno para ratas.«La muerte de Rosita destruyó a mi primo. No volvió a salir ni a verme. Entonces me di cuenta que hasta los muertos estorbaban. Conocí la tremenda desilusión de la amante abandonada. Quise que Rosita Martelo se estuviera achicharrando en el hueco más hondo de los infiernos. Me llené de ira y odio. Me le aparecí de sorpresa a mi primo Jeremías, quería, necesitaba recuperarlo, él era mi dueño, él era mi solución. Me metí a su cuarto y cuando llegó me encontró desnuda, esperándolo, suplicándole con una sonrisa inútil que tomara lo que Dios había hecho para él».
—Te desprecio Miranda Lorenzo —dijo mi primo, muy despacio—. Me arrepiento de todo lo que hemos hecho. Me repugna tu presencia. Por favor no vuelvas a buscarme.
«No le dije nada Señor Juez. Ni siquiera lo miré. Todo lo que escuché me lo tragué entero, sin un sí ni un no, ni un porqué, ni una sola súplica. No lloré ni maldije. Me vestí sin afán, pensando con cuidado lo que tenía que hacer, lo que hice, lo que usted ya sabe. Esa misma noche, cuando lo llamaron a comer, encontraron a mi primo Jeremías Lorenzo en la ducha, colgando de su estetoscopio».
—¿Le pasa algo? —preguntó el abogado.
—Nada —dijo ella —. Sólo que me canso al recordar.
(1) En: FRANCO RAMOS, Jorge Maldito amor, Ediciones Universidad Central, Bogotá, 1996.
LA VENGANZA DE MIRANDA LORENZO (1)
(FRAGMENTO)
«Yo maté a todos mis amores de mierda porque me hicieron sufrir», le dijo al juez con la mirada clavada Miranda Lorenzo. «Comencé muy niña, sin saber lo que amor y muerte significaban, pero dolida en el alma y aniquilada por no poder dormir».
—¿Me puedo sentar? —preguntó la acusada y el juez asintió.
—Vuelva a comenzar por favor.
—Que los maté a todos. Los que me sedujeron, los que me enamoraron, los que me traicionaron...
—No, no —la interrumpió el juez—. Comience desde el principio.
«Yo, Miranda Lorenzo, de treinta y seis años aunque parezca de cien, vecina de esta ciudad, hija única de Pascual y Leonor. Yo, Miranda Lorenzo, sobrado de la vida, vómito de Dios, me acuso ante usted, ante todos, ante el Creador que me ha olvidado, me acuso de haber matado a todos aquellos, que por amor o no, me llevaron a ser lo que ahora soy».
—Mirá Miranda —me dijo Jeremías cuando llegó a mi fiesta de cumpleaños.
—¿Cuándo fue eso? —preguntó el juez.
—Estaba cumpliendo nueve años —contestó.
—Mirá Miranda —me dijo enseñándome un pequeño maletín con equipo médico y luego más bajito me propuso: Vamos a jugar a los doctores.
—¿Quién era Jeremías?
—Mi primo Jeremías. Fue el primer amor que maté.
«Yo estaba enamorada de él señor juez. Esa tarde me hizo quitar la ropa para estrenar su juguete. Era un regalo que me traía pero fue él quien lo usó. No hubo ningún instrumento que no utilizara ni parte de mi cuerpo que se quedara sin examen. Sentí que desde el momento que me desnudé ya le pertenecía. No pude volver a hablar desde el instante en que mi primo puso el estetoscopio en mi pecho, tratando de encontrarme el corazón».
—¿Somos novios?—le pregunté.
—Ahora sí que estás enferma, Miranda —me contestó.
«Me despertaba todas las noches, sobresaltada, poseída, angustiada por una pesadilla en la que Dios me castigaba mientras mi primo se reía a carcajadas, y con un estetoscopio gigante me tocaba por las mismas partes que aquella tarde me tocó. Todas las noches la misma pesadilla. Me estaba volviendo loca. Mis padres no entendían».
—Hay que llevarla al médico —dijo mi madre.
—Ya la hemos llevado seis veces —dijo mi padre—. No tiene nada, ya se le pasará.
«Tomé la determinación de no volver a dormir. No volví a dormir ni de noche ni de día. Me pasaba todas las noches mirando al techo o caminando por el cuarto para que el sueño no me venciera. Me daba miedo cerrar los ojos hasta para parpadear. Todas las mañanas me levantaba con un temblor en las manos que no me dejaba amarrarme los zapatos, y con unas ojeras que parecían trompadas de boxeador. ¿Ya le conté que también maté al boxeador?».
—Pero su primo, ¿qué pasó con su primo? —insistió el juez—, ¿por qué lo mató?
—Por culpa de él y de Rosita Martelo —contestó Miranda—. A ella también la maté.
«Seguí teniendo relaciones a escondidas con mi primo. No me quedó rastro de inocencia. Parecía una putica de esas que mi mamá me prohibía mirar. El desvelo me secó la carne, me retrasó el crecimiento. Jeremías me visitaba cada vez menos. Me miré al espejo y entendí porqué, pero pronto descubrí un nuevo ingrediente que agravaba su desprecio. Rosita Martelo, la sensación de toda la primaria, nueva en el colegio, hija de una reina de no sé qué cosa. Mi primo se enloqueció por ella y me dejó herida y sola en medio del asco y el desvelo».
—¡Qué horror! —gritó mi madre—. Ha muerto Rosita Martelo.
—¡No puede ser! —gritó mi padre—. ¿Cómo pudo ser?
—Misteriosamente —dijo mi madre—. Se intoxicó con veneno para ratas.«La muerte de Rosita destruyó a mi primo. No volvió a salir ni a verme. Entonces me di cuenta que hasta los muertos estorbaban. Conocí la tremenda desilusión de la amante abandonada. Quise que Rosita Martelo se estuviera achicharrando en el hueco más hondo de los infiernos. Me llené de ira y odio. Me le aparecí de sorpresa a mi primo Jeremías, quería, necesitaba recuperarlo, él era mi dueño, él era mi solución. Me metí a su cuarto y cuando llegó me encontró desnuda, esperándolo, suplicándole con una sonrisa inútil que tomara lo que Dios había hecho para él».
—Te desprecio Miranda Lorenzo —dijo mi primo, muy despacio—. Me arrepiento de todo lo que hemos hecho. Me repugna tu presencia. Por favor no vuelvas a buscarme.
«No le dije nada Señor Juez. Ni siquiera lo miré. Todo lo que escuché me lo tragué entero, sin un sí ni un no, ni un porqué, ni una sola súplica. No lloré ni maldije. Me vestí sin afán, pensando con cuidado lo que tenía que hacer, lo que hice, lo que usted ya sabe. Esa misma noche, cuando lo llamaron a comer, encontraron a mi primo Jeremías Lorenzo en la ducha, colgando de su estetoscopio».
—¿Le pasa algo? —preguntó el abogado.
—Nada —dijo ella —. Sólo que me canso al recordar.
(1) En: FRANCO RAMOS, Jorge Maldito amor, Ediciones Universidad Central, Bogotá, 1996.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
