viernes, 16 de noviembre de 2012

CASPAS: UNA ODISEA GRECOLOMBIANA




CASPAS: UNA ODISEA GRECOLOMBIANA


Ricardo Bonilla Molina



“El muchacho sintió la mano sobre el hombro y quiso mirarla
y la vio inmensa, tranquila, posada encima de él como un gran pájaro de luz,
un ala del sol que daba brillo a su vida en las más escondidas arenas de Persia.”

del cuento Vivir otra vez

            Luego de leer Caspas, breves cuentos del docente y escritor Joaquín Peña Gutiérrez, aprovecho la ocasión para mencionar algunas posibilidades de sentido que surgieron de estas lecturas donde una profesora y sus estudiantes de básica secundaria viven intensas situaciones de colegio. Transgrediendo verdades talladas en los pilares de la escuela y en el constreñido imaginario escolar que compartimos. Una obra literaria bruñida por la economía del cuento. Al tiempo que se ocupa del lenguaje pregunta por su magia creativa, por su novedad, por sus contenidos: por la vida. El autor en su oficio explorará evocaciones, silencios, ausencias y posibilidades discursivas para desarrollar, a través de un diálogo en incesante contrapunto, a mi parecer una interesante metamorfosis emancipadora en la palabra.

Para justificar nuestras banderas, que no es otra cosa que supervivir,  comúnmente nos aferramos a movedizos territorios de significados. Al ser leídos armamos trincheras de sentidos que imponemos lingüística y perversamente en las diarias relaciones de poder porque detrás de cada enunciado existe la pretensión de armar un discurso para defender intereses. Pero no somos tan fuertes, jugamos, negociamos parcelas en donde verdad y mentira se funden. La literatura serpentea nuestros caminos más ciertos. Recrea nuestro lenguaje.

Reconstruidos los latentes mundos de la ficción, la interpretación crítica emergerá en un horizonte más amplio de significados de lectura de la realidad en la experiencia cotidiana, en los textos y en la interacción. Se resignifican escenarios. La escritura consiste en urdir un mundo para el lector, resignificar la vida implica reflexión, valoración y esfuerzo. Nuestro autor consigue elaborar una propuesta para el lector.  Configura creativamente un código, un hábil entramado  de signos: señas, marcas e indicios en general, que se ofrecen para que el lector retado los reconstruya como en la escena a la que no asistió, para llegar al sentido del texto. La profe Luz transmutada en la hermosa ave persa Simorgh, se anuncia como poderoso signo tutelar. El significante vive sólo cuando es leído, animado.  

La esencia explosiva del acto pleno de lectura es de dinámica reciprocidad, de respuesta a la vida del texto.  Joaquín Peña aviene la presencia laboriosa del lector. Dispone una lectura afable pero exigente, lo persuade pero lo invita a participar. A que se asome, curioso niño, por los intersticios de la vida. Le exige un trabajo: olvidar un primer significado, construir un nuevo sentido. Lo real es tan constitutivo como la fantasía. Así, nuestro autor le propone contemplar la profesora Luz, bella durmiente, personaje de fantasía que vive en una casa de cristal; que en las circunstancias más aciagas fantasee. Aquí, la elipsis se convierte en el enganche constante de quien lee: la respuesta, su cordón umbilical. Leer es trabajar. Para el profesor de literatura George Steiner la lectura es acción. Sentencia en El lector no común la obligación primaria de respuesta de quien está dando vida al texto. Lo evidencia la raíz común entre respuesta (reply) y réplica (replication). Leer bien es contestar al texto, ser contestante al texto, contestabilidad que reúne los elementos cruciales de respuesta y responsabilidad. Corresponsabilidad. Leer bien es entrar en reciprocidad responsable con el libro que es leído, es embarcarse en total intercambio. Maduro para el comercio dirá el poeta inglés Geoffrey Hill. Fértil contrapunto, péndulo responsorio pregunta-respuesta. Deviene trato ludens, estalla novedad, surge otro texto como el que ahora usted lee. Joaquín, el profesor que se abroga el cierre sesudo del libro, respondiendo(se), reflexionando sobre su acto creador, confiriendo la génesis del mismo, especulando sobre insospechadas rutas, contesta al fabulador. Sentencia, comenta, discurre. Dialoga.  
La provechosa economía del cuento: ningún elemento es accesorio. El español Andrés Berlanga, autor de La Gaznápira, dice a propósito del cuento "Para mí el cuento no es un relato o una estampa, sin más, sino un mundo con entidad propia, con argumentos sugerentes y abierto, pero de ciclo cerrado, si es posible con pirueta final verosímil; con ironía y emoción en sus entrañas, con algo de misterio o intriga, vinculado a mi tiempo y con un lenguaje que sea médula, y no postizo, de lo que narra." La redacción de los cuentos contenidos en Caspas es fluida, amena, ágil y coherente con la intensidad de cada historia. Lo no dicho, lo vedado, el límite, el umbral de sus sombras le otorgan a las historias una exquisita y sugestiva economía; deleite y vivacidad. Cómplices ya del texto, azuzado nuestro poder de evocar. Nosotros completamos el texto. Lo vivificamos. En justa medida la información ofrece un mundo con identidad propia; relacionados acertadamente hechos e ideas a favor del ágil argumento. Descripciones mesuradas consiguen tramarlo hábilmente, urdido desde el vivo pasado del lector, veta de las recurrentes elipsis; detonantes de vedados secretos. Las historias escolares son reinventadas o vueltas a presentar de manera novedosa. Crueldad, conmiseración, autoritarismo, bondad, suicidio  y hasta el hostigante acoso o matoneo se pasean por los días escolares. Hechos cotidianos anudados pero como hilos de filigrana, el detalle, consigue verosimilitud: nos hace trabajar en otra versión de aquello que dábamos por sabido.

Siempre en soterrada pugna con lo establecido y respetando abiertamente sus adversarios, la profe Luz ejerce autoridad, hace escuela fuera del orden de la escuela; su  sabiduría radica en el hecho de trascender las escalas de lo local y de lo inmediato hacia la toma de decisiones inmediata y eficaz. La profe Luz construye un discurso conjuntamente con sus Caspas desde una enseñanza como posibilitadora del pensar; como acontecimiento complejo de saber y de poder, de tensión. De confrontación. Una suerte de praxis, un hacer en el que los otros son autónomos y responsables del desarrollo de su propia autonomía. La intención formativa no se circunscribe únicamente en los espacios de la educación formal, sino que trasciende a todos aquellos escenarios socioculturales donde se generan procesos de transformación tanto de los propios sujetos como de sus realidades. Educa en la palabra, en el lenguaje como un fenómeno de producción e interpretación de sentido que aúna comunicación, expresión y significación, dinamiza pensamiento, acción, interacción y creación; a la manera de Borges, se trata de la promoción de las sobre-interpretaciones, la apuesta por la creación de un nuevo texto en el propósito general de llegar a entenderse sobre algo, actitud cooperativa señalaría Habermas. Acción comunicativa discursiva. Disenso y acuerdo posible de mantener en actitud cooperativa. Para Mockus, involucra pretensiones de validez que pueden llegar a ser problematizadas. Problematizar la pretensión de verdad: Ud ha cuestionado lo por mi dicho, discutamos: aporte razones para poner en cuestión mi pretensión de verdad y yo aporto razones para defenderla.
           
Al inicio se trata de un texto ajeno que una vez tanteado vadeamos, luego nos habita, nos colma; nos arranca sorpresa, llanto, nostalgia. Evoca. Oficio de la palabra que aflora en la oquedad. Así como profusas las elipsis, los silencios son fundamentales, cada relato nos deja cavilando, nos involucra para entrar con nuestros pensamientos en conversa. Diálogos intensos y estremecedores resultamos entonando múltiples voces. La voz de los personajes goza de libertad, fiel a su registro plagado de zoomorfismos colombianos para designar la viveza que les ha hecho héroes. Surgir. Jerga que los autodesigna como realmente son ellos, en sus momentos más intensos y con sus motes. Sapito marico, abeja, mosca, el picaflor enamorado, caspitas. Pugnan entre sí los adjetivos inaceptables y los déspotas. Juego paradojal del lenguaje que afirma nuestros héroes escolares. Crean otro orden, otro mundo: crear conceptos a decir de Deleuze y Guattari. La Voluntad de poder de Nietzsche: reordenación de los elementos opresores, resignificación liberadora.  Metamorfosis emancipadora en la palabra.

Polifonía. Las historias como las frases son certeras notas, que alternadas devienen contrapunto. Se nos hacen presentes cada vez de manera más enternecedora, a veces emocionante. Su tiempo literario, presente fugaz como las charlas y las conversaciones, contiene todos los tiempos, evoca. ¿Quién de niño no perteneció a algún cruel o fantástico clan; quién no libró luchas contra gigantes? Arquitectura de la palabra en función de hechos que son conocidos en la tradición escolar pero vueltos a narrar desde otra esquina del tinglado. Esa dependencia de la palabra que nos lleva pendulantes desde el cotidiano lenguaje metafórico -el instinto ficcional para Nietzsche- hasta los intersticios de la realidad a los que somos ciegos pero que son las vetas del atropellado caudal, de las afluentes vidas de los demás. Versiones otras.  Joaquín es un observador -que escribe- al que le es dado construir otra versión, advertir aquello en lo que los demás no reparamos; se impone la mirada del observador que nos va guiando. Prepondera la experiencia del caminante. Toma distancia de la lectura y escritura como pilares tradicionales de la sociedad del conocimiento, la verdad, la certeza y la información. Traduce a la literatura gestos de los personajes, su dolor, su abismo, su tragedia actualizada en una lengua soez también literaria, hecha procacidad, borde y periferia. Hablan las miradas y cada cual ve lo que vive. Pasado, presente y futuro contenidos en mundos diferentes. Profesor y estudiante, miradas diferentes.

Personajes con vida propia, con pensamiento propio. Con ellos los escritores nos hacen viajar hasta hacia sus mundos inventados. Shakespeare nos hizo ver la sociedad como una puesta en escena en la cual todos somos actores y cada quien con su máscara de rey o de mendigo, profesor o estudiante, hombre o niño se enfrenta a sus miedos, arriba a sus conquistas; dirá Pessoa, cada vez una persona diferente en combate y adversario singulares.  Joaquín actualiza la pregunta sobre qué lectura hace cada cual de su adversario: nuevos antifaces para el profesor y el estudiante, desvanecidas sus máscaras distantes; ahora un enfrentamiento distinto, un nuevo encuentro, en una pugna renovada que los fortalece, descentrada ya la tradicional imagen del profesor. Nueva lectura. Surge con la maestra Luz otro perfil de quien enseña, su magia. Prevalece el sentido común de la maestra, el acumulado de su experiencia hecha pericia en el diario quehacer. No sanciona con sus conceptos, camina por la ruta solidaria del lenguaje que lo hace comunión.  Animadora del debate. Dialoga en una escuela que nos niega. Afirma. Siempre que haya una respuesta honesta para su el estudiante problema la dará, a la violencia, a la orfandad; a la obtusa burocracia; al vandalismo; al hambre. En una sociedad que, por diferente, maltrata al menor y deja a sólo la educación tareas que no atiende, como en la magistral película de la nueva ola francesa 400 golpes de François Truffaut, donde se pinta el dramático retrato de jóvenes frustrados y marginados; como el de vacuos profesores gendarmes del control que azuzan a un desesperado adolescente que no es sino otro lobo estepario que decide vagar solitario y huye de la manada buscando su libertad. Una lección que ilustra cómo nuestros niños y jóvenes padecen sus épocas, libran sus propias y anónimas gestas: el temerario viaje a Ítaca -tan caro a Cavafis- que nunca nos defraudará.

Los humanos creados sumisos por el Olimpo, finalmente se rebelan. Transgreden su destino. Guerreros de la vida contra la maldad, el odio y el temor, por el amor. Acción que justifica viajes y odiseas de Aquiles y Perseos. Esta obra en conjunto es una odisea grecolombiana, zurcido intertextual, colmada de relatos épicos que recuerdan nuestra condición mítica.  Héroes que leen a los héroes. La sabiduría y las emociones saltan incontenibles desde las clases de literatura a la batalla de los días; los episodios de sufrimiento, dolor, llanto y gloria se amalgaman. Pululan caballos serpiente, alados, dragones; las Penélope, Circe y Calipso de rostro andino.  Se vierte el mito griego en el barrio colombiano. La saga ahora es en los andes colombianos. Homero y Joaquín demiurgos que cantan sus gestas. Relatan cada uno a su manera las tragedias. La escuela, coliseo de la gesta cotidiana. Paseos de la muerte palidecen a Odiseo  porque infantiles y jóvenes héroes disputan su vida en la arena del patio del colegio. Mortal combate que recuerda nuestras pérdidas, la madre  ausente, el desprendimiento de seres amados, la familia, la tribu desgranada. Esta suma de crudas y vivas historias son también la saga de los niños en su tránsito hacia la juventud. A manera de un fresco, un como bullicio variopinto. El verdadero personaje: la vida.  

“Asomó a la puerta y se detuvo. ¿Cuál es el plan de acción? Ante nuevas circunstancias, propuestas nuevas, se dijo. Miró los pasillos, el patio inmenso, el recreo, la algarabía difusa. Los rostros. Tantos rostros. Y cuerpos en bullicio de todo. Crecimiento, hambre, talento, vicio, alegría, mañas, desamparo, el duro, el extraordinario bullicio de la vida”  

del cuento De los males, ¿el peor?


Otras esquinas (Relatos)



RESEÑA
Otras esquinas (Relatos)
de Jairo Restrepo Galeano
Ibagué: Caza de Libros – Club de Lectores, 2011
85 págs.


Al vagabundear por Otras Esquinas el lector se siente avanzar entre parpadeos: cada vez que sus ojos se abren y cierran, una poderosa imagen se desliza. A veces esa imagen es fantasmagórica, tenebrosa; a veces real, bella, erótica; a veces analítica y crítica de la sociedad. Sin embargo cada parpadeo es un largo abrir, observar-detallar el mundo, para luego dejar venir la oscuridad del final del parpadeo.
         Tal vez la estructura de relatos cortos, algunos mínimos, otros mucho más extensos y descriptivos, hace tener la sensación de movilidad continua, de vagabundeo. No obstante, el ritmo, la cadencia del lenguaje, mantiene al lector allí intentando descubrir y entender el arte de observar que Restrepo Galeano propone. Porque Otras Esquinas es una observación detenida que insiste en descubrir fragmentos en el mundo. A veces esta mirada pretende entender dicho mundo, lo que sucede en él; a veces simplemente se conforma con mostrarlo para que así el lector complemente con su propia imaginación, su experiencia y sus sensaciones dicho universo aún en construcción.
         La mirada de Restrepo Galeano, por otro lado, varía con frecuencia en estos relatos. No es una mirada extática y plana, sino que tiene diversos matices. Y así como cambia de relato a relato, en la obra algunos relatos guardan elementos en común y que, por lo tanto, el lector puede entender un grupo de relatos como un todo, o como momentos específicos dentro de la obra.
         En primera instancia, se percibe un primer grupo de relatos, sobre todo al inicio del texto, que son muy cercanos a lo rural y a lo oral. En relatos como “La Patasola”, “El cielo y su virilidad”, “Los espacios del hambre” “El qué de la señora Raña”, “Tropel de inquisidores”, entre otros, se descubre un tono que tiene que ver con la leyenda, con la identificación de un misterio que puede ser inexplicable pero que se enraíza en la cultura, en la visión del mundo de una región. Dicha región puede ser el Tolima, que en diversas ocasiones se nombra como escenario de los acontecimientos, y que enfatiza la particular relación de los individuos con sus lugares y en la comprensión del mundo desde el espacio no urbano.
         En estos primeros relatos también hay una marca sólida de la oralidad. Se hace evidente en algunos de los ya nombrados relatos, y también en otros que presentan personajes cotidianos, soñadores que intentan comprender la vida misma. Particularmente, los relatos de José Mercedes son historias en las que un narrador, o mejor, relator, se sorprende con la mirada sencilla de un campesino que con breves pensamientos, acaso ingenuos, traspone la realidad y elabora una imagen poética del sol y la luna. Las palabras del campesino, asimismo, contrastan con la mirada analítica de este relator que se sorprende y conceptualiza la belleza sencilla de las ideas de José Mercedes.
         En esta primera parte del libro, igualmente, están un segundo grupo al que se le podría denominar relatos de amistad. “Divertimento”, “Encuentro”, “Quique y su enfermedad de querer” son relatos en los que predomina el sentimiento de camaradería, de confianza, de compartir los silencios, los deseos con aquellos amigos que se hacen fundamentales en la presencia del narrador. Se siente en este grupo de textos una especie de nostalgia por aquellos primeros amigos de juventud con quienes se apuesta la atención de una mujer y que el que pierda dicha apuesta pone en riesgo la posibilidad de fumar y de leer. O, en otros, esos amigos ya mayores, no tan jóvenes como los de “Divertimento”, sufren sus dilemas maritales, sus confusiones, sus contradicciones y que buscan un oído y un hombro para que éste les ayude a comprender y comprenderse, como en el caso del relato “Quique y su enfermedad en el querer”. En estos relatos hay una cálida cercanía del narrador-relator quien con sutileza declara el afecto por esos amigos, amigos tal vez perdidos en el pasado.
         En esta absurda clasificación propuesta en esta reseña, están esos relatos en los que la observación se convierte en imaginación y acaso fantasma que va invadiendo la mirada del observador. Es el caso de “Cuerpo del deseo” y “Alguien anda por ahí”. En el primero la sombra de una hamaca parece anteceder a la transformación de una mujer; en el segundo parece haber un misterio, un silencio que parece desdoblar algo en el aire, algo que el relator percibe con sus sentidos pero que no quisiera explicar.
         Varios de estos textos que componen la primera parte del libro comprenden ante todo una intención poética, la creación de una imagen que se sostiene y queda grabada en breve. Estos relatos recuerdan postales. También hacen rememorar a Kawabata con sus Historias en la palma de la mano, breves estampas en los que, en principio, lo escrito debe caber apenas en la palma de la propia mano y, entonces, la poesía se amalgama con la prosa, sin llegar a un desarrollo extenso ni a un conflicto, como bien se definiría la idea del relato.
         Un segundo momento de la obra sucede cuando la presencia humana, con su hostilidad, con sus enojos y sus absurdos se hace más contundente. Entonces los relatos presentan extrañas escenas que amenazan con lo absurdo desbordante (“Desocuparse” y “El señor de las moscas”), la ensoñación (“Sin nombre”), en donde aquel primer tono cálido y rural casi va desapareciendo para irnos llevando hacia otro destino, que no es necesariamente la ciudad aunque surja la urbe como escenario en algunas ocasiones, y a otro estado anímico.
         Es entonces cuando los relatos se hacen más extensos, densos, inquietantes. Tenemos textos que se acercan casi al ensayo como “De la risa y otras dignidades” en las que el observador se ríe de un borracho que intenta ponerse en pie y que sus constantes caídas hacen reflexionar al observador sobre su subjetividad, sobre qué lo hace humano y sobre la misma risa; o el inquietante texto “Propuestas que quitan la luz”, en el que hay un diálogo entre un médico y su paciente sobre cómo mejorar la sociedad a través del control natal de los pobres, un texto que recuerda al descarado Gog de Papini, y que termina con una reflexión sociológica.
         En esta parte final también aparecen ecos Kafkianos en “El condenado” y tal vez un recuerdo de Italo Calvino en “Funebria”, historia de aquel lector que si deja de leer viviría entre tumbas. Estos episodios tan cercanos a la metaliteratura se cierran con “Ficción más que realidad” en donde ya vemos una preocupación por la literatura, el escritor y el fenómeno de la ficción. Aunque, es propicio mencionar, esta reflexión no es exclusiva de esta segunda parte del libro: en diversos relatos anteriores la literatura y la historia aparecen con frecuencia como referentes, se hablan del lector, de sus lecturas y de lo que aportan a la propia experiencia de los personajes. Sin embargo, en estos cuentos la presencia y reflexión sobre la creación y la ficción se hacen elocuentes, se vuelven el tema central.
         Un cuerpo diferente crean los dos textos “Pliegues de soledad” y “Príapica”, escritos que parecen ser dos vértices de la misma esquina. En el primero tenemos a una vieja vouyerista que se esconde tras una cortina a ver una pareja tener relaciones sexuales mientras su deseo se reprime por una historia familiar y personal agobiante; mientras que en “Príapica” (como referencia a Príapo, dios de la fertilidad) un hombre, quien parece ser el mismo hombre que está allá en la otra ventana que ve la vieja del relato anterior, cuenta detalladamente una escena sexual apasionada: mientras desnuda a Mirna y cópula con ella, ve cómo aquella vieja los observa, escondida tras las cortinas, y él intenta explicar por qué aquella mujer no puede parar de verlos. La correspondencia entre los dos relatos, en los que el lenguaje crea atmósferas densas y excitantes, permite ver desde dos miradas un hecho y cómo se podría percibir una acción desde diferentes puntos de vista. Esta correspondencia también ayuda a sustentar que en Otras esquinas a Restrepo Galeano le interesa hablar de aquella mirada que permite entender el mundo y tal vez entendernos, al observar somos observados, al observar nos comprendemos un poco.
         Un comentario aparte merece el cuento, “Memoria de la casa”. El texto consiste en cómo un hombre ve a su padre llegar a visitarlo a su casa, en una zona rural, y allí el narrador personaje, el hijo que aguarda junto a su esposa Carmiña a que el padre se adentre, ve a ese hombre mayor quien le resulta extraño en el recuerdo por sus complejas relaciones del pasado. Desde la voz del narrador, parece que el padre intenta reconstruir con su mirada una casa que no existe pues se la llevó la avalancha de Armero. Este cuento es uno de los más contundentes de todo el libro, se percibe el dolor de los dos hombres, el hijo que se siente desdeñado por el padre; el viejo que no tiene su casa. Y mucho más interesante es cómo esa distancia y dolores, de alguna manera, les permite a los dos hombres acercarse. El tono, la delicada elaboración de los diálogos y el concepto de la historia se apartan de las otras narrativas, y por eso se puede considerar un punto aparte en el conjunto de la obra.
         Finalmente, no se puede pasar por alto que en la obra de Restrerpo Galeano hay un trabajo constante con el lenguaje: hay búsquedas, hay elaboración de frases de manera artesanal, trabajo que ahora se encuentra casi perdido en mucha de la narrativa colombiana. De otro lado, la presencia de la naturaleza (el mar, los árboles, el otono, lagartos, flores, ríos, aves, el calor, el sol, la luna) es un componente determinante en la obra de Restrepo Galeano, genera no solo una atmósfera y un ambiente sino que permite que la contemplación descrita sea mucho más elaborada.
         La obra de Jairo Restrepo Galeano permite acercarse por breves instantes a mundos poderosos, intensos a veces, leves y efímeros en otras, pero en donde la observación y la provocación a los sentidos juegan un papel primordial. Otras esquinas es la posibilidad de la contemplación.


Por Camilo Castillorojo

(Lector y escritor)